SHANÁ TOVÁ. Son las dos palabras que decimos los judíos al desearnos un feliz año. Estamos celebrando el comienzo del año nuevo judío (Rosh Hashaná) 5778, en donde nos acercamos a la sinagoga para atender la oración y escuchar el sonido del shofar (cuerno de carnero), que llama a la meditación, al autoanálisis y a retomar el camino de justicia (Teshuvá). Luego nos reunimos en casa, alrededor de la mesa en una cena familiar, como es costumbre en varias de las celebraciones religiosas judías. En esta ocasión compartimos la manzana con miel, deseándonos un año dulce. Este día es el primero de los diez días de introspección y balance de las acciones realizadas, que terminan con el Yom Kippur (Día del Perdón).,
Varias cosas para compartir en esta corta reflexión: – La primera: No estamos celebrando el comienzo del año judío, sino el primer día de la creación del mundo por el Todopoderoso que, según la tradición judía, aconteció en octubre del año 3760 antes de la era común. Este mes de Tishrei es realmente el séptimo mes del año, siendo el mes de Nisán el primer mes judío (hacia marzo-abril, época de la Pascua). De allí que el calendario judío hable de 5778 años, y se agrupe de septiembre a septiembre. – La segunda: El calendario judío es calendario lunar, razón por la cual existen diferencias referenciales frente al calendario gregoriano. La tercera: En el judaísmo el día comienza al anochecer, y termina con el atardecer del día siguiente. Para confirmar su inicio requerimos identificar la salida de las tres primeras estrellas en el firmamento. El inicio del mes judío coincide con la luna nueva, y las festividades rondan a la luna llena. Nuestros sabios atendían la observación empírica de la luna y las estrellas para calcular los meses, las estaciones del año y la ubicación de las festividades religiosas.
La astrología para el judaísmo tiene una percepción particular, y diversas opiniones. En la Torá (antiguo testamento) se asocia a los patriarcas con las estrellas, siendo guiados por ellas para identificar su camino y su propio destino. Abraham es considerado el primer astrólogo cabalista, quién conocía a profundidad el contenido de los secretos del universo.
También es bien claro que el pueblo de Israel rechaza a brujos, hechiceros y adivinadores. ¿Entonces, como coinciden el judaísmo con la astrología? En mi opinión, la apreciación acertada, que parte de principios claros basados en la física, astronomía, matemáticas y referencias espaciotemporales, está en atender un proceso descriptivo y nunca un proceso predictivo. En el segundo proceso, entramos en conflicto con los destinos de El Creador que, como Ser Supremo, trae para nosotros. Muy diferente es en el primer caso, donde logramos identificar nuestras fortalezas y sentido de vida, atenderlos a cabalidad, y vivir nuestra realización personal en comunión con nuestro prójimo.
El Creador es único, y sus expectativas para nuestras vidas también lo son. Amén.
Shaná Tová para todos. Es un placer servir. Con cariño.